En los últimos años la calidad ambiental en Colombia ha desmejorado a un ritmo constante y sin precedentes. Lo cual ha llevado a una crisis ambiental caracterizada por una alta deforestación, contaminación hídrica, alteraciones de ecosistemas de alta importación de páramos yhumedales. La calidad del aire en grandes ciudades como Bogotá, Barranquilla, Cali, Medellín y ciudades intermedias como Sogamoso, superan los niveles aceptados de contaminación. La contaminación hídrica en el país es causada principalmente por los residuos domésticos, las actividades agropecuarias, los residuos industriales, las actividades mineras, el inadecuado manejo de rellenos de basura y de lixiviados. A esto se le suma el inadecuado manejo de los residuos hospitalarios.1
El
gobierno y el sector industrial de Colombia han abogado e implementado monocultivos, que generan daño a la fertilidad
de los suelos, como el caso de la palma africana para la generación de biocombustibles. Las
implicaciones ambientales de algunos monocultivos causan el deterioro acelerado
de los suelos.El uso intensivo de agroquímicos, que implica daños al medio
ambiente, especialmente en regiones selváticas. Los cultivos de palma africana,
se encuentran localizados en regiones selváticas del Pacífico colombiano, uno
de los lugares con mayor biodiversidad en el mundo. La creación de carreteras y
grandes obras de infraestructura han causado un impacto ambiental considerable
en Colombia. Por otra parte, el gobierno busca abrir paso al desarrollo, y
además disminuye las selvas que dan
ventaja táctica a las guerrillas y demás grupos ilegales.2
Los
grupos guerrilleros como las FARC y ELN,
adoptaron políticas de destrucción de la infraestructura económica que sirve al
gobierno y a los intereses de multinacionales. Desde 1984, la destrucción de
oleoductos petroleros es la táctica que más han utilizado las guerrillas.
Dichos derrames de petróleo han causado la contaminación de suelos, cuencas
hidrográficas y el deteriorado de diversos ecosistemas.3
Los
grupos armados ilegales envueltos en el negocio del narcotráfico como las FARC,
ELN y AUC han promovido la expansión de cultivos
ilícitos, lo que genera mayor destrucción de selva o bosque virgen para dar
paso al cultivo ilícito.3
===Faan
deterioro ambiental son variados, pero se pueden agrupar en dos grandes grupos:1
·
Libre acceso a los recursos naturales:
Existen diversas actividades que no posee una vigilancia o acompañamiento del
estado colombiano y han provocado graves problemas ambientales, como son: la
minería ilegal, la tala de bosques ilegal y las actividades relacionadas con el
narcotráfico.1
·
Falta de inversión estatal: En
Colombia la inversión estatal y el acompañamiento en algunos temas ambientales,
es casi nulo. La falta de inversión por parte del estado en el tratamiento de aguas residuales domésticas es poco. El manejo de
basuras y el aprovechamiento de las misma es reducido a lo largo del país. Hay
poca investigación en la contaminación y los recursos renovables.1
Tomado
de: Sánchez Pérez, Germán. «Desarrollo y
medio ambiente: una mirada a Colombia». Consultado el 16 de abril de 2013. «Estado del
medio ambiente y los recursos naturales en Colombia».
Desastre Ecológico Causado por el terrorismo en Colombia
Cual
es la situación del medioambiente en Colombia frente a las agresiones armadas
de las FARC, el ELN y las AUC.
05 de junio de 2004
Después de
los esfuerzos internacionales realizados en la pasada Cumbre de Johannesburgo
en Agosto de 2002 para discutir las posibles soluciones a los problemas
ambientales que afectan a todo el planeta, Colombia ha buscado implementar los
compromisos adquiridos en materia de desarrollo sostenible y lucha contra la
pobreza, sin embargo, en el contexto de agresión armada cometida por los grupos
terroristas que delinquen en Colombia está labor se ha visto doblemente
dificultada pues las FARC, el ELN y las AUC han convertido al medio ambiente en
víctima de sus acciones indiscriminadas.
Detrás de la supuesta lucha ideológica presentada por
todas estas organizaciones criminales se esconde un afán económico directamente
relacionado con el tráfico de drogas y el secuestro. En ese contexto, las FARC,
el ELN y las AUC son actualmente tres grandes fábricas criminales
especializadas en la captura de rentas, el ataque indiscriminado contra la
población civil y la destrucción masiva de recursos naturales.
Daño a los ríos y a las fuentes hídricas
A la constante contaminación de ríos y suelos por derrame de hidrocarburos producido por la voladura de oleoductos, se suma el daño que genera la adecuación, cultivo y producción de drogas alucinógenas, fuente principal de financiación de estas organizaciones criminales. La tala de bosques, incendios forestales, y los residuos químicos arrojados al ecosistema en la producción de narcóticos en reservas y parques naturales, son las principales causas de la destrucción de nuestro ecosistema, catalogado a nivel mundial como el segundo en diversidad de especies.
La pesadilla ambiental comenzó en Colombia en 1984, cuando fueron descubiertos los primeros yacimientos de petróleo en Caño Limón, Arauca, el oriente del país. El 15 de febrero de ese año, miembros del frente "Domingo Laín" del Eln, efectuaron el primer atentado dinamitero contra la infraestructura petrolera de nuestro país, desencadenando un período de millonarias pérdidas económicas para la nación e incalculables daños para el ecosistema mundial. Desde entonces el pueblo araucano ha sufrido las consecuencias de la presencia terrorista que ha truncado el desarrollo social, personal, económico y político de la región.
Aunque no se puede evaluar la totalidad del impacto ambiental del narcotráfico, es claro que está ocurriendo una gran deforestación de los bosques tropicales y contaminación de las cuencas. Las consecuencias locales sobre el suelo, la hidrología y la biodiversidad son a menudo devastadoras y pueden retrasar por varios años la introducción de cultivos alternativos.
Según investigaciones realizadas por expertos ecologistas y el Ministerio del Medio Ambiente, como consecuencia de estos atentados contra el ecosistema están amenazadas, además de la cuenca del Río Arauca, fuentes de agua tan importantes como los ríos Catatumbo, Magdalena, Tarra, Tibú, Ité y Putumayo. La primera de ellas, donde se produjeron los atentados de los últimos días, ha sufrido más de 170 voladuras en diez años, ocasionando daños a lo largo de 175 kilómetros de los ríos Tarra y Catatumbo. En 1998, los subversivos ocasionaron el más grande derrame de crudo en aguas continentales del mundo, con un volumen superior a los 93.000 barriles.
Según datos suministrados por la Defensoría del Pueblo, en su investigación titulada "Impactos de la violencia de oleoductos en Colombia", en la llanura del Magdalena se han presentado los derrames más perjudiciales en cuanto a su control y manejo. La expansión del crudo ha comprometido casi mil hectáreas de cuerpos de agua, cerca de 40 Km de ríos menos importantes y unos 150 km de caños y arroyos. En la mayoría de los casos, al removerse la flora, son destruidos los nichos y fauna presentes.
Para los terroristas del ELN y las FARC atacar un tubo conductor de petróleo es muy fácil, ya que para vigilar todo el sistema de conducción que poseen ECOPETROL y las grandes multinacionales como la Exxon, la British Petroleum (B.P) y otras compañías, se necesitarían cerca de 100.000 hombres, además de las aeronaves y vehículos especiales indicados para recorrer los tramos por aire y tierra, que sería imposible vigilar. Sin embargo, el Ejército conjuntamente con la Fuerza Aérea y la Armada Nacional realizan constantes brigadas de vigilancia en los oleoductos evitando que la acción terrorista sea mayor.
Infracción al Derecho Internacional Humanitario
Atacar como objetivo militar un bien civil como es un oleoducto y provocar efectos desastrosos contra la población que aterrorizada zucumbe ante este tipo de arma incendiaria, es un acto de barbarie, un crimen de guerra y se establece en el Artículo 13 del Título IV del Protocolo II Adicional a los Convenios de Ginebra, como crímenes de guerra y lesa humanidad.
Las acciones terroristas de las FARC y el ELN contra la infraestructura petrolera no sólo han dejado pérdidas materiales y ambientales, pues en varias ocasiones las explosiones han cobrado la vida de civiles inocentes. En 1993, el Eln atentó contra la estación de bombeo de Ocensa, localizada en Remedios, Antioquia. En la explosión, 15 campesinos murieron calcinados. Cinco años después, el 18 de octubre de 1998, los terroristas del Eln volvieron a atentar contra la misma estructura, en Machuca, jurisdicción de Segovia, en esa ocasión fallecieron 82 civiles.
Uno de los principales objetivos de los grupos terroristas al cometer atentados contra la infraestructura petrolera, consiste en obtener grandes sumas de dinero producto de su explotación. Esta lucha por esos recursos, ha ocasionado un abierto enfrentamiento entre las organizaciones terroristas de las FARC, ELN y las AUC, como ocurre en el departamento de Arauca, donde se encuentran los principales yacimientos del país.
Arrasando con los bosques para cultivar coca
La industria del narcotráfico ha sido la más próspera para los terroristas de las FARC , el ELN y las AUC, sin preocuparles el daño ecológico que le han causado a extensas zonas boscosas y selváticas en el Putumayo, Caquetá, Guaviare, Vaupés y Vichada. Los cultivadores de droga en la región andina prefieren ubicar sus cultivos en zonas selváticas alejadas, casi siempre en terrenos montañosos y empinados. La delgada capa vegetal y el difícil acceso a dichas zonas generalmente desestimula la producción de cultivos lícitos. Para preparar el terreno de cultivos ilícitos, los bosques son arrasados y quemados antes de sembrar la coca.
La deforestación causada por el cultivo de narcóticos en las cuencas montañosas aumenta la gravedad de inundaciones y sequías. También puede reducir las fuentes de agua en valles bajo zonas gravemente deforestadas, debido a la fuga de aguas subterráneas y a la mayor sedimentación de los arroyos. Estudios ecológicos realizados por el ministerio del Medio Ambiente han demostrado que muchos bosques tropicales no cultivados se caracterizan por suelos infértiles que después de ser intervenidos por los campesinos que cultivan la hoja de coca no logran recuperar su capacidad de vegetación selvática.
La deforestación causada por los cultivadores de coca fue menos severa durante los años setenta y ochenta en Colombia que en Perú o Bolivia. Pero esta situación cambió durante los años noventa cuando los narcotraficantes perdieron su autonomía y fueron reemplazados por los terroristas de las FARC, el ELN y las AUC, comenzando a utilizar más el territorio colombiano para sus cultivos ilícitos.
En Colombia el cultivo de coca aumentó en 27.000 hectáreas, o sea, el 175%, entre 1985 y 1989. Esta tendencia se disparó posteriormente durante gran parte de los años noventa, especialmente en los departamentos de Putumayo y Caquetá y en los llanos orientales de Colombia. Según el Informe sobre la Estrategia Internacional de Control de Narcóticos de 2001, el área total utilizada en Colombia para cultivar coca se cuadruplicó, de 38.000 hectáreas en 1992 a 136.000 en el año 2000.
Daño a los ríos y a las fuentes hídricas
A la constante contaminación de ríos y suelos por derrame de hidrocarburos producido por la voladura de oleoductos, se suma el daño que genera la adecuación, cultivo y producción de drogas alucinógenas, fuente principal de financiación de estas organizaciones criminales. La tala de bosques, incendios forestales, y los residuos químicos arrojados al ecosistema en la producción de narcóticos en reservas y parques naturales, son las principales causas de la destrucción de nuestro ecosistema, catalogado a nivel mundial como el segundo en diversidad de especies.
La pesadilla ambiental comenzó en Colombia en 1984, cuando fueron descubiertos los primeros yacimientos de petróleo en Caño Limón, Arauca, el oriente del país. El 15 de febrero de ese año, miembros del frente "Domingo Laín" del Eln, efectuaron el primer atentado dinamitero contra la infraestructura petrolera de nuestro país, desencadenando un período de millonarias pérdidas económicas para la nación e incalculables daños para el ecosistema mundial. Desde entonces el pueblo araucano ha sufrido las consecuencias de la presencia terrorista que ha truncado el desarrollo social, personal, económico y político de la región.
Aunque no se puede evaluar la totalidad del impacto ambiental del narcotráfico, es claro que está ocurriendo una gran deforestación de los bosques tropicales y contaminación de las cuencas. Las consecuencias locales sobre el suelo, la hidrología y la biodiversidad son a menudo devastadoras y pueden retrasar por varios años la introducción de cultivos alternativos.
Según investigaciones realizadas por expertos ecologistas y el Ministerio del Medio Ambiente, como consecuencia de estos atentados contra el ecosistema están amenazadas, además de la cuenca del Río Arauca, fuentes de agua tan importantes como los ríos Catatumbo, Magdalena, Tarra, Tibú, Ité y Putumayo. La primera de ellas, donde se produjeron los atentados de los últimos días, ha sufrido más de 170 voladuras en diez años, ocasionando daños a lo largo de 175 kilómetros de los ríos Tarra y Catatumbo. En 1998, los subversivos ocasionaron el más grande derrame de crudo en aguas continentales del mundo, con un volumen superior a los 93.000 barriles.
Según datos suministrados por la Defensoría del Pueblo, en su investigación titulada "Impactos de la violencia de oleoductos en Colombia", en la llanura del Magdalena se han presentado los derrames más perjudiciales en cuanto a su control y manejo. La expansión del crudo ha comprometido casi mil hectáreas de cuerpos de agua, cerca de 40 Km de ríos menos importantes y unos 150 km de caños y arroyos. En la mayoría de los casos, al removerse la flora, son destruidos los nichos y fauna presentes.
Para los terroristas del ELN y las FARC atacar un tubo conductor de petróleo es muy fácil, ya que para vigilar todo el sistema de conducción que poseen ECOPETROL y las grandes multinacionales como la Exxon, la British Petroleum (B.P) y otras compañías, se necesitarían cerca de 100.000 hombres, además de las aeronaves y vehículos especiales indicados para recorrer los tramos por aire y tierra, que sería imposible vigilar. Sin embargo, el Ejército conjuntamente con la Fuerza Aérea y la Armada Nacional realizan constantes brigadas de vigilancia en los oleoductos evitando que la acción terrorista sea mayor.
Infracción al Derecho Internacional Humanitario
Atacar como objetivo militar un bien civil como es un oleoducto y provocar efectos desastrosos contra la población que aterrorizada zucumbe ante este tipo de arma incendiaria, es un acto de barbarie, un crimen de guerra y se establece en el Artículo 13 del Título IV del Protocolo II Adicional a los Convenios de Ginebra, como crímenes de guerra y lesa humanidad.
Las acciones terroristas de las FARC y el ELN contra la infraestructura petrolera no sólo han dejado pérdidas materiales y ambientales, pues en varias ocasiones las explosiones han cobrado la vida de civiles inocentes. En 1993, el Eln atentó contra la estación de bombeo de Ocensa, localizada en Remedios, Antioquia. En la explosión, 15 campesinos murieron calcinados. Cinco años después, el 18 de octubre de 1998, los terroristas del Eln volvieron a atentar contra la misma estructura, en Machuca, jurisdicción de Segovia, en esa ocasión fallecieron 82 civiles.
Uno de los principales objetivos de los grupos terroristas al cometer atentados contra la infraestructura petrolera, consiste en obtener grandes sumas de dinero producto de su explotación. Esta lucha por esos recursos, ha ocasionado un abierto enfrentamiento entre las organizaciones terroristas de las FARC, ELN y las AUC, como ocurre en el departamento de Arauca, donde se encuentran los principales yacimientos del país.
Arrasando con los bosques para cultivar coca
La industria del narcotráfico ha sido la más próspera para los terroristas de las FARC , el ELN y las AUC, sin preocuparles el daño ecológico que le han causado a extensas zonas boscosas y selváticas en el Putumayo, Caquetá, Guaviare, Vaupés y Vichada. Los cultivadores de droga en la región andina prefieren ubicar sus cultivos en zonas selváticas alejadas, casi siempre en terrenos montañosos y empinados. La delgada capa vegetal y el difícil acceso a dichas zonas generalmente desestimula la producción de cultivos lícitos. Para preparar el terreno de cultivos ilícitos, los bosques son arrasados y quemados antes de sembrar la coca.
La deforestación causada por el cultivo de narcóticos en las cuencas montañosas aumenta la gravedad de inundaciones y sequías. También puede reducir las fuentes de agua en valles bajo zonas gravemente deforestadas, debido a la fuga de aguas subterráneas y a la mayor sedimentación de los arroyos. Estudios ecológicos realizados por el ministerio del Medio Ambiente han demostrado que muchos bosques tropicales no cultivados se caracterizan por suelos infértiles que después de ser intervenidos por los campesinos que cultivan la hoja de coca no logran recuperar su capacidad de vegetación selvática.
La deforestación causada por los cultivadores de coca fue menos severa durante los años setenta y ochenta en Colombia que en Perú o Bolivia. Pero esta situación cambió durante los años noventa cuando los narcotraficantes perdieron su autonomía y fueron reemplazados por los terroristas de las FARC, el ELN y las AUC, comenzando a utilizar más el territorio colombiano para sus cultivos ilícitos.
En Colombia el cultivo de coca aumentó en 27.000 hectáreas, o sea, el 175%, entre 1985 y 1989. Esta tendencia se disparó posteriormente durante gran parte de los años noventa, especialmente en los departamentos de Putumayo y Caquetá y en los llanos orientales de Colombia. Según el Informe sobre la Estrategia Internacional de Control de Narcóticos de 2001, el área total utilizada en Colombia para cultivar coca se cuadruplicó, de 38.000 hectáreas en 1992 a 136.000 en el año 2000.
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